miércoles, octubre 12, 2005

II
NUMA POMPILIO
La índole fabulosa de la tradición romúlea se atenúa poco a poco, y a medida que nos alejamos del pretendido fundador, para ceder su puesto al elemento histórico. Ya con Numa lo sobrenatural no entra sino como accesorio, aunque necesario. Aceptado el origen personal de las instituciones religiosas de Roma, puesto que no quiso dar otro, ni casi podía hacerlo después de la apoteosis de Rómulo, a su fundador, menester era que hiciese a este recibir la ley divina de algún ser sobrenatural, como garantía de su observancia. El principio de la revelación fue, pues, en Italia fundamento de las religiones, y señala en el desarrollo nacional el paso del estado bárbaro al civilizado. En el primero figuran característicamente los sacrificios humanos, y la tradición cuenta que Numa, siguiendo el consejo de la ninfa Egeria, abatió a Pico y a Fauno, deidades salvajes del país, y obtuvo de Júpiter que se aplacase solo con sacrificios simbólicos. De esta misión atribuída a Numa, que despojó la religión natural de sus elementos bárbaros, nació la idea de hacer a aquel rey discípulo de Pitágoras, a quien los griegos debieron igual progreso humanitario, si bien la cronología hace el hecho imposible.
Tampoco es, por tanto, Numa un personaje histórico, pero en su leyenda se transparentan, más claros y copiosos los elementos históricos. La verdad fundamental que a través de ella se obtiene, es la alianza íntima de las dos tribu del Palatino y del Quirinal, producida por la adopción mutua de sus instituciones religiosas, como natural consecuencia de su asociación política: que esta asociación no podía llegar a ser eficaz y perfecta hasta que se identificasen las creencias sagradas, patrimonio popular el más precioso. Y por haber debido principalmente aquellas instituciones a los sabinos, la tradición erigió a un rey sabino en autor de ellas, prefiriéndolo equitativamente a un latino.

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